Resignación

cry

Ayudar en la cocina era de sus actividades menos favoritas, detestaba tener que pasar por esto, pero no había escapatoria, no esta vez.

Presionó el cuchillo con todas sus fuerzas y sintió cómo se abría camino por las diferentes capas de piel.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Detestaba esa sensación de no poder tener secos los ojos mientras realizaba un corte y otro, y otro más.

Pero no había otra cosa que pudiera hacer, en aquella pequeña comunidad, cada uno tenía una tarea asignada ese día y la suya era ayudar a preparar la comida.

Una mujer que pasaba se detuvo a verla y le sonrió maternalmente.
—Sabes —comentó—, pareciera que estás cortando cebolla. ¿Recuerdas cómo era cortar cebolla?

Miró su tabla y observó el cuerpo ensangrentado ligeramente mutilado por su cuchillo. No, esto no se parecía nada a cortar cebolla.

Qué otra cosa podía hacer. Debían preservar su vida. Las cebollas ya no existían, pero algunos alimentos aún la hacían llorar.

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